25 sept 2008

Milagros en la Palestina del primer siglo... ¿mentiras, leyendas o historia?

Si elimináramos los milagros de religiones como el hinduismo o el islamismo, éstas permanecerían intactas. Pero al cristianismo no podemos hacerle tal recorte, pues precisamente es la historia de un gran Milagro. Un cristianismo naturalista (es decir, sin milagros) eliminaría todo lo que es específicamente cristiano. Si eliminamos los milagros de nuestra religión, lo único que tendremos será simplemente religión, pero sin nada de cristianismo.

Las narraciones de los milagros en la Palestina del primer siglo son una de tres: mentiras, leyendas o historia. Y si la mayoría o los más importantes de éstos son mentiras o leyendas, entonces la predicación que el cristianismo ha estado haciendo durante los últimos dos mil años es simplemente falsa. Sin duda podrán contener, a pesar de todo, nobles sentimientos o verdades morales. Pero la mitología grecorromana o cualquiera religión también los tiene. Así que se trata de un asunto completamente distinto.

Ante esto, sería insensato no reconocer las muchas razones para afirmar que los relatos del evangelio no son ni mentiras ni mitos, sino sucesos históricos reales. Me limitaré a dar sólo tres de éstas:


1) El Jesús que relatan los evangelios es sumamente distinto del concepto judío de su época acerca del Mesías. Recordemos que el pueblo hebreo se encontraba oprimido bajo el imperio romano, de modo que esperaban un Mesías político que los liberara de la opresión imperial.

2) Los mitos sólo surgen en épocas no históricas y eso, largo tiempo después de la persona o acontecimiento que representan; en tanto que Jesús vivió y realizó sus maravillosas obras en el período más crítico de la civilización romana, durante tres años que pueden ser aproximadamente señalados.

3) Los escritos del nuevo testamento se publicaron demasiado pronto después de la aparición actual de Jesús. Por ejemplo el evangelio según Marcos se escribió alrededor del año 55 d.C., es decir, habían pasado menos de treinta años desde la muerte del Señor.

En la vida todo carece de significado

Hace no mucho tiempo, el sitio web de Ligonier Ministries publicó, en su sección de videos, la conferencia anual del 2007 en la cual tuvieron como invitado al Dr. Ravi Zacharias. Yo no sabía quién era, pero cuando vi una de sus participaciones fui muy gratamente sorprendido por la habilidad con que aborda ciertas declaraciones que encierran críticas a la fe cristiana. Si tienen la oportunidad de oírlo en algún debate (los que entiendan inglés acudan a YouTube), no serán defraudados.

A continuación, les transcribo un fragmento de su participación en un programa de televisión. El análisis se lo dejo a ustedes:

"No es posible negar el significado [de la vida] haciendo una afirmación significativa con respecto a la vida misma.

Se lo dije a un estudiante de la Universidad de Filipinas, en Manila, que se puso de pie al final de una de mis conferencias y gritó diciendo "En la vida todo carece de significado". Le dije "Tú no crees eso". Él dijo "Sí lo creo". Le dije "No, no lo crees". Él dijo "Sí, lo creo". Le dije "No lo crees". Él dijo "¿Quién es usted para decirme que no lo creo?" Le dije "Ponte de pie y dilo una vez más". Dijo "En la vida todo carece de significado". Le dije "Yo asumo que tú asumes que lo que acabas de decir tiene significado, y si lo que acabas de decir tiene significado, entonces todo no carece de significado. Y por el contrario, si todo carece de significado, entonces lo que acabas de decir también carece de significado, y básicamente no has dicho nada. Puedes sentarte".

Detestas decir eso porque no pretendes tratar a alguien con desdén, pero imagina a un hombre de buenas capacidades intelectuales gastando toda su vida en una de las universidades más prestigiosas del mundo mientras la vida carece de significado.

(...) ¿Por qué debo yo hablar con sentido, entonces? ¿Por qué me pide defender el cristianismo si la vida carece de significado? ¿Por qué mi filosofía debería ser significativa?"

24 sept 2008

Presentación

La vida espiritual personal es de suma importancia: nos lleva al conocimiento de Dios, y por lo tanto, a amarle más. Su importancia radica en el hecho de que es la única forma de vivir una vida cristiana, es decir, no se puede vivir sin vivirla espiritualmente. Su característica más esencial es que es dada por Dios, quien requiere de sus hijos que la cuiden, alimenten y vivan. Es personal porque nadie más que uno mismo puede hacer eso. Lo mucho que uno pueda recibir de los otros, desde el amor fraternal a las enseñanzas, no basta para crecer. Dios quiere que cada uno se le entregue.
La vida espiritual es, sin duda, un aspecto esencialmente importante.

Pero no debemos descuidar otros aspectos importantes. Muchas veces nos encontramos mirándonos a nosotros mismos, analizando, pensando, estudiando. Y pocas veces vemos la gran necesidad que impera en las personas, y esa necesidad, ese vacío, es Dios.
Como hijos de Dios, gracias a El y a su Espíritu, conocemos esa verdad, y no deberíamos pasar por alto este hecho: tenemos que contar la verdad, pues hay muchos, miles de jóvenes que necesitan saber y conocer a Dios.
Por esta razón, es de suma importancia lo que un jóven cristiano puede hacer. Debe tener la motivación de hablar de Cristo, de su sacrificio, de su resurrección, de su realidad hoy, ahora, en su vida.
Hablar de Dios a otros es un mandamiento perfecto para nosotros: si la caridad significa buscar el bien del otro, la mayor prueba de amor fraternal por alguien que no conoce a Cristo, es hablarle de El.

Sin embargo, hay un aspecto de hablar de Cristo que requiere especial atención. Hoy, a diferencia de las épocas pasadas, Dios no parece estar presente en la realidad de las personas. Verlo se hace sumamente difícil. Y considerando esto, veremos que hay muchos jóvenes modernos, viviendo el siglo XXI, preparados, con opinión, información, conocimiento, y sin Dios.
Si vamos a hablar de Cristo, tenemos que estar aparejados a responder, opinar, y defender nuestro punto de vista. No basta hablar solo con la voz de la experiencia, es necesario manejar argumentos, y evidencia que muestren que lo que creemos es cierto.
Como podemos ver en 1a Pedro 3:15, no solo debemos hablar desde la fe, sino también desde la razón -si lo que creemos es cierto, debe haber un sinnúmero de evidencias que lo confirmen, y es así, efectivamente.

Debemos prepararnos con el espíritu y el intelecto, no para convencer, sino para cumplir el mandato de Dios. Sabiendo la gran evidencia que hay tras las verdades bíblicas, nuestra fe estará más apoyada y tendremos más fuerza para proclamar a Dios.